
Salamanca, Gto.– Detrás del cargo público en el Ayuntamiento de Salamanca, Rosenda Martínez Juárez esconde una historia de una batalla feroz, librada y ganada con una mezcla de amor maternal y una rabia positiva contra la enfermedad. Rosenda es una sobreviviente de cáncer de mama con ocho años de vida libre de la enfermedad, y su testimonio es un llamado urgente a la acción.
«Yo soy un gran testimonio de que querer es poder,» afirma Rosenda, quien detectó la enfermedad a través de la autoexploración. Si bien la noticia del diagnóstico de cáncer en etapa 2 impacta, Rosenda ya venía de un dolor profundo: la pérdida de su madre, quien falleció a los 65 años a causa de cáncer de matriz.
El Coraje de una Madre
Al recibir el diagnóstico en el hospital de PEMEX, su primer pensamiento no fue el miedo, sino sus tres hijos. «Inmediatamente pensé en mis tres hijos. Mi hija con 12 años de edad era mi preocupación,» relata. Fue en ese instante que el pánico se transformó en una fuerza inquebrantable.
Rosenda no sintió miedo, sino «coraje» y «rabia» al recordar que su madre no luchó contra la enfermedad, se dejó vencer por el pánico. Decidió que su historia sería diferente: «Ahí aterrizó mi coraje. No miedo. Tenía coraje… de por qué mi madre no luchó.»
Esta determinación se convirtió en su motor, un mensaje que hoy extiende a la ciudadanía: romper con el tabú de que el cáncer es sinónimo de muerte. «Que salgan adelante y que se sepan que ahorita el cáncer detectado a tiempo es como una simple gripa.»
El tratamiento de Rosenda incluyó seis quimioterapias en la Ciudad de México. Ella revela que lo más difícil no fue recibir el fuerte medicamento que la dejaba agotada, sino «haber dejado a mis hijos, separarme esos días.» El miedo a la separación física fue más doloroso que la propia toxicidad del tratamiento.
Incluso en su familia, el impacto fue profundo. Su hijo mayor, a punto de cumplir 18 años, había perdido recientemente a su mejor amigo por cáncer. Al recibir el diagnóstico de su madre, el temor lo superó. «Fue lo más difícil ver partir a mi hijo a los 18 años por temor a pasar el diagnóstico conmigo… No quería vivirlo con su madre,» cuenta Rosenda, quien lo despidió con una promesa de amor: «Váyase… Nada más recuerda que aquí va a estar tu madre para cuando tú regreses. Y se lo cumplí.»
Verse Bella y la Gratitud de Cada Amanecer
Rosenda tomó la firme decisión de someterse a la cirugía para extirpar el tumor. Con una fe profunda, antes de entrar a quirófano, «le entregué mi mama a mi Padre Santísimo y le di gracias por lo que me sirvió.»
A pesar de la mutilación, Rosenda se niega a verse incompleta. Su mente positiva es su mejor defensa. «No me veo mutilada. Sí, yo me veo hermosa, me veo bella. ¿Saben por qué? Porque día a día veo el amanecer y eso es lo más hermoso que puede ver en la vida.»
Su mensaje para quienes atraviesan el tratamiento es de fortaleza y aceptación: «Que sean fuertes, que sean positivas, que acepten la enfermedad. Aceptando la enfermedad es liberar.»
La historia de Rosenda Martínez Juárez es un poderoso faro de esperanza: la vida es más fuerte que la enfermedad, y el amor por los hijos es un escudo imbatible. Rosenda no solo sobrevivió; se convirtió en una voz que nos invita a «salvar su vida, [a] quererse.»