SALAMANCA, GTO. – El sol cae tras las torres del Templo del Señor del Hospital y, casi de inmediato, un aroma dulce a naranja, canela y tejocote comienza a adueñarse del aire. En el Centro Histórico de Salamanca, las posadas no son solo una celebración; son el latido de un pueblo que se aferra a sus raíces con alegría y devoción.

Mientras el frío de diciembre empieza a calar, la emblemática calle Albino García se transforma. Es aquí, en una de las arterias más tradicionales de la zona centro, donde el parpadeo de las velas protegidas por manos de todas las edades ilumina las fachadas de antaño. No son solo cantos; es el eco de cientos de voces que, entre los portales y casonas, repiten el milenario «Os pido posada», recreando con misticismo el peregrinaje de María y José.
Tradición que une al corazón de la ciudad
En el primer cuadro, las posadas conservan ese sabor de barrio que las hace únicas. Los vecinos de la Albino García y calles aledañas se coordinan con semanas de anticipación para que, al terminar el misterio, la hospitalidad salmantina brille en todo su esplendor.
• El estallido de la alegría: El crujir de las piñatas de siete picos al romperse contra el palo de madera desata una algarabía única. Niños y adultos se lanzan al suelo no solo por la fruta o los dulces, sino por la emoción compartida de una victoria colectiva sobre el mal.
• El calor del jarrito: En los zaguanes y banquetas del centro, las grandes ollas de barro humean sin descanso. El ponche caliente es el protagonista indiscutible, servido en jarritos que calientan las manos de los fieles, mientras los tradicionales aguinaldos de colación pasan de mano en mano como un símbolo de generosidad.
El misticismo del primer cuadro.
Lo que distingue a las posadas de la zona centro es el escenario cargado de historia. Ver la procesión avanzar con los «misterios» a cuestas, rodeados por la arquitectura civil y los templos que custodian el jardín principal, es hacer un viaje al pasado.
Para los salmantinos, estas fechas representan una pausa necesaria. Es el momento en que la calle Albino García deja de ser una vía de tránsito para convertirse en una gran sala de convivencia, donde el vecino deja de ser un extraño para ser el compañero de canto o quien comparte el tamal después de la oración.
Un refugio de nostalgia y luz.
Las posadas en el centro de Salamanca siguen siendo ese refugio de fe, color y comunidad. Son la prueba de que, a pesar de la modernidad, la verdadera esencia de la ciudad reside en sus plazas, en sus tradiciones de barrio y en la calidez de su gente, que año con año abre las puertas de su corazón para recibir la Navidad.