
Salamanca, Gto. – El Albergue Sagrado Corazón «Madre Teresa de Calcuta» celebra 23 años de servicio ininterrumpido en Salamanca, consolidándose como un faro de esperanza y apoyo para miles de personas que enfrentan el dolor y la enfermedad de sus familiares.
Fundado por Monseñor Gerardo Velázquez Solís y coordinado por María del Carmen Guerra Zúñiga, el albergue surgió de una visión de caridad simple pero urgente: la necesidad de dar techo y calor a las familias que dormían a la intemperie a las afueras del Hospital Estatal de Cuidados Críticos y Quemados.
«Fue ver la gente. Estaba lloviendo, hacía mucho frío. Algunos estaban tirados en un cartón. Eso fue lo que a mí me despertó. Abrir los ojos y ver las necesidades que se tenían», relató Monseñor Velázquez Solís, quien recuerda que la construcción del albergue fue su «regalo personal» de bodas de plata sacerdotales.
REFUGIO PARA FAMILIAS
El Albergue Sagrado Corazón, junto con la Parroquia del Sagrado Corazón, su aliada fundamental, ofrece una asistencia integral que incluye hospedaje, alimentación, ropa y medicamentos.
Según María del Carmen Guerra, coordinadora general, la institución atiende a más de 50,000 personas al año entre sus servicios de hospedaje, comedor, bazar de ropa y dispensario.
La mayoría de los huéspedes son familiares de pacientes del hospital de quemados, considerado uno de los mejores del país. Dado su carácter estatal y de alta especialidad, el albergue recibe a personas no solo de Guanajuato, sino también de Michoacán, Jalisco e incluso estados del Norte como Sonora, quienes son acogidos por periodos que varían desde un mes hasta dos meses o más.
«Vemos a través de cada persona el rostro de Cristo. Vemos tanta gente llorando, gente con su familia muy enferma, quemados de terapia intensiva, niñitos que se hospitalizan», mencionó la coordinadora Guerra Zúñiga.
APOYO INTEGRAL Y FORMACIÓN HUMANITARIA.
Además del albergue principal, Monseñor Velázquez también impulsó otras obras sociales como la Casa del Migrante, el Centro de Acopio Caritas y el Centro Juvenil, enfocado en la prevención y el desarrollo. Este último ofrecía talleres de carpintería, soldadura, electricidad, estética y corte y confección para jóvenes y mujeres.
Asimismo, el centro cuenta con el servicio de psicólogos y tanatólogos para acompañar a las familias en sus procesos de duelo y dolor.
El albergue también ha servido como residencia estudiantil, acogiendo a jóvenes de lugares como el Congo y Colombia, a quienes se les inculcó la importancia de la caridad y la sensibilización. El Monseñor destacó que varios de esos estudiantes, ahora profesionistas en Europa, le siguen agradeciendo la lección de vida.
La institución se sostiene gracias a las aportaciones de la Parroquia del Sagrado Corazón y, principalmente, a la labor de unos 80 voluntarios que asisten en el dispensario, el bazar, la limpieza y la atención de la gente. Aunque existe una cuota de recuperación, el albergue nunca niega el apoyo a quienes realmente lo necesitan, interviniendo Trabajo Social para exentar el pago a las personas de bajos o nulos recursos.